29/9/06

Sedante giratorio


Rueda de bicicleta es el primero de los readymades de Duchamp, una clase de obras de arte que plantearon interrogantes fundamentales sobre la producción de arte y uan sobre su definición.

Este ejemplo es en realidad un “readymade asistido”: un objeto de uso común (rueda de bicicleta) ligeramente modificado, en este caso por estar montado del revés sobre otro objeto de uso común (un taburete de cocina).

Duchamp no fue el primero en secuestrar cosas vulgares para el arte; los cubistas lo habían hecho en collages; pero éstos requerían juicio estético para configurar y colocar los materiales. El readymade implicaba que hacer arte podía ser sólo cuestión de seleccionar, de escoger un objeto preexistente. Al subvertir radicalmente supuestos anteriores sobre lo que exigía el proceso artístico, este idea tuvo una enorme influencia sobre artistas posteriores, sobre todo a partir de la divulgación del pensamiento de Duchamp en los años cincuenta y sesenta.

Los componentes de Rueda de bicicleta son objetos producidos en serie, y por lo tanto, anónimos e idénticos o similares a infinidad de otros. Además, el hecho de que este versión de la pieza no sea la original parece intrascendente, al menos para la experiencia visual (como la primera Rueda de bicicleta se había perdido, Duchamp simplemente la hizo otra vez casi cuatro décadas después). Duchamp afirmó que le gustaba el aspecto dela obra, que sentía “que el giro de la obra era muy sedante”.

Aun ahora Rueda de bicicleta encierra una sorpresa visual absurdista. Su mayor fuerza, sin embargo, reside en su carácter de proposición conceptual.

28/9/06

De títulos


El título es al libro lo que la tarjeta de presentación a la persona. Cuántas veces, sin más guía, hemos comprado (o no) un libro por su título. Cuántas veces un título prometía lo que no cumplió. Cuántas otras recordamos de una obra, no su autor, apenas su argumento, pero no podemos borrar de nuestro recuerdo, su título.

Mis títulos preferidos son dos:

“Eloísa está debajo de un almendro” (obra de teatro de Enrique Jardiel Poncela)

“Malditas sean Coronada y sus hijas” (otra obra de teatro de otro gran dramaturgo español, Francisco Nieva)

Me gustaría que entre todos hiciésemos una pequeña recopilación de títulos peculiares o bellos. No se trata de nombrar nuestras obras predilectas, sino de recuperar esos títulos que en su momento nos cautivaron por su hermosura o singularidad.
Otro que me encanta:
“La sombra del ciprés es alargada” (Miguel Delibes)

(Paisaje con almendro, Juan Casero)

27/9/06

"Casa junto al ferrocarril", Hopper


El pasado y el presente se unen en este cuadro de Hopper: el ferrocarril, símbolo de la industria moderna, traspasa una América rural encarnada en una triste mansión victoriana. Lo que antaño fuera residencia opulenta se yergue alta pero vacía, aislada contra el cielo, y su terraza, concebida para la contemplación ociosa de la naturaleza, ahora se asoma a las vías de acero que cruzan el primer término, oscureciendo a la vez el horizonte y los cimientos de la casa en el tierra.

No hay presencia humana, pero las persianas, unas cerradas y otras entreabiertas, sugieren que la casa quizá no esté abandonada. El misterio y el drama aumentan con la luz que cae desde la izquierda, reflejando un blanco casi cegador en parte de la casa pero dejando el resto en honda sombra.
Como pintor tercamente realista en un siglo de innovación estética, Hopper tenía algo en común con el edificio de Casa junto al ferrocarril, anticuado en un mundo cambiante. Pero el color y la construcción de la pintura de Hopper son precisos y perdurables, y su variedad de realismo posee una emoción indeleble. Hopper descubre algo patético en la grandiosidad un tanto rebuscada de esa arquitectura vetusta, que, a diferencia de la vía del tren, no va a ninguna parte.

24/9/06

Jazz visual


James Flora es uno de mis diseñadores gráficos preferidos. Nacido en Ohio en 1914, desde joven fue gran amante del jazz y por eso su mayor alegría fue ser contratado, hacia 1940, por la Columbia Records para diseñar las cubiertas de sus álbumes.



Las cubiertas de Flora destacaron sobre los diseños anteriores: son distinguidas y originales en su punto de vista y en su tema. Su energía sabe traducir la excitación y la improvisación del jazz de los veinte, el Swing y el bepop.



Tenía costumbre de asistir a las sesiones de grabación, con su bloc de dibujo en la mano. Fruto de este contacto con los grupos musicales nace la carátula de arriba. Gene Krupa, el batería más famoso de la era del Swing, era un showman agotador... no cesaba de mascar chicle, hacer muecas y realizar movimientos ampulosos de brazos y piernas, todo ello mientras tocaba su instrumento. Flora atrapó esta energía en un dibujo donde se multiplican los brazos, las piernas y las baterías. La portada de Gene Krupa and His Orchestra (1947), con divertida tipografía y colores chillones, se muestra fiel al estilo salvaje de Krupa. Y condensa la esencia de este diseñador gráfico hoy olvidado.

Stefan Zweig retrata en su obra “El mundo de ayer” esa Europa que desapareció tras las dos guerras de la primera parte del XX. Su tono es el del nostálgico del tipo “cualquier tiempo pasado fue mejor”, y es que no es para menos: el desconcertado Zweig fue testigo de excepción de los cambios que convulsionaron la Europa de entreguerras. Sus recuerdos del antes y el después quedan plasmados con su limpia y suave prosa en este libro, cuyo pasaje dedicado al ambiente de la Viena de fin de siècle es uno de mis favoritos. En él, nos describe su adolescencia marcada por la atmósfera cultural que en la ciudad del vals se respiraba:


“Muchachos imberbes y enclenques que cada día tenían que permanecer sentados en los bancos de la escuela formábamos, a la hora de la verdad, el mejor de los públicos que un joven poeta puede soñar: un público curioso, críticamente despierto y entusiasmado con entusiasmarse. Y es que nuestra capacidad de entusiasmo no tenía límite: durante las horas de clase, yendo o volviendo de la escuela, en el café, en el teatro, durante los paseos, nosotros, mozalbetes de bigote incipiente, no hacíamos más que hablar acerca de libros, cuadros, música y filosofía; quienquiera que actuara en público, fuese actor o director, el que había publicado un libro o escrito en un periódico, brillaba como una estrella en nuestro firmamento. (...)

Ver a Gustav Mahler por la calle era un acontecimiento que uno contaba al día siguiente a sus compañeros como un triunfo personal, y al vez que, siendo niño, fui presentado a Johannes Brahms y él me dio un golpecito amistoso en el hombro, pasé varios días trastornado por tan formidable suceso. Cierto que a mis doce años no tenía una idea exacta de lo que había hecho Brahms, pero su mera fama, su aura de creador, producía un efecto embriagador.”

Me gusta este fragmento porque me cuesta imaginar en la actualidad a un muchacho de doce años alucinando en colores al conocer a Javier Marías o a Miquel Barceló o a Fernando Savater. ¿Qué creéis que falla a la hora de acercar la cultura y el arte a los más jóvenes?
¿Porqué en la Viena de fin de siècle los adolescentes leían a Rilke y hoy muchos no saben quién fue Machado?

22/9/06

Sartre, Capote, los Curie y Beckett

Cartier-Bresson no fotografiaba personas, sino almas; no plasmaba en blanco y negro seres humanos, sino espíritus.




"Denominación de origen: Extranjero"


La patria es estar lejos de la patria,
una nostalgia de la infancia en noches
en que te sientes viejo, una nostalgia
que sube a tu garganta como el agrio
sabor del vino en las resacas duras.

La patria es un estado, pero de ánimo;
un viejo invernadero de pasiones.
La patria es la familia, ese lugar
en el que dan paella los domingos.

Una patria es la lengua en la que sueñas,
y el patio del colegio donde un día
bajo una lámina de cielo oscuro
decidiste escapar por vez primera.

Mi patria está en el cuerpo de Patricia,
mi himno es su gemido, mi bandera
su desnudez de doce de la noche
a ocho de la mañana, tras la ducha
mi patria va al trabajo, yo me exilio.

Juan Bonilla


¿Cuál es vuestra patria?

(Ilustración: El abrazo, Equipo Crónica)

21/9/06

¿Arte?


¿De qué modo reconocemos lo que convencionalmente llamamos "obra de arte", y no lo confundimos con una impostura? Esta es una pregunta bien difícil, a la que ni siquiera saben responder especialistas en el tema... yo, como aficionada, sólo puedo dar mi opinión, o más bien, mi sensación. Yo identifico como arte toda creación humana que apela a mi sensibilidad estética, es decir, que toca una fibra muy especial de mis emociones y sentimientos, que me crea un deleite o placer en su observación o audición o comprensión.

Siendo esta definición tan amplia podría englobar cosas muy distintas para cada persona, pero también admito yo eso, desde luego, pues la sensación artística es, ante todo, personal, íntima, intransferible. Por eso, lo que es arte para mí no lo es para ti, pero ahí entra en juego la tolerancia y el respeto, que casi siempre se olvidan, en aras de la descalificación y el desprecio de lo que para unos es arte y para el resto no. Este es el caso de artes fronterizas como la moda o el cómic, los graffitis o la cartelística, o en el caso de la literatura, los cuentos populares de transmisión oral, y entonces entramos en el campo del folcklore: ¿Es o no arte una danza popular que se baila en las fiestas patronales de un pueblo desde la Edad Media?

Y, al mismo tiempo, si para pies diminutos, arte es una creación humana que apela a mis sentidos ¿es la gastronomía un arte? Por otro lado, también se nos erizan la piel, también nos puede tocar la fibra sensible, una buena jugada en un deporte que nos emocione (los que me conocen saben que, para mí, la pilota valenciana es un arte, porque desprende una belleza increíble). Y entonces tocamos el tema de la belleza... ¿Y si la estética feísta nos hace disfrutar más que la de la hermosura? ¿Lo feo es artístico? Pero para este tema mejor os remito al experto.

En fin, como habéis podido ver, hablar de arte, tratar de acotarlo, es tarea compleja, que plantea múltiples interrogantes, infinitas cuestiones. Pero, ¿qué es para vosotros “arte”?

(ilustración: La visita, Equipo Crónica)

20/9/06

La soledad del sujeto urbano


Calle de Dresde, de Ernst Ludwig Kirchner, es un intento atrevido e inquietante de plasmar la desagradable experiencia del moderno bullicio urbano.

La escena irradia tensión. Sus hacinados peatones están encerrados en un espacio opresivo; el plano de la acera, de un tono salmón de hiriente intensidad (parte de una paleta de colores chillones y desentonados), sube en pendiente aguda, y la salida por atrás está bloqueada por un trolebús. La calle, que es la elegante Königstrasse de Dresde, está atestada hasta niveles de claustrofobia, pero todas las personas parecen estar solas.

Las mujeres de la derecha, una agarrada al bolso y otra a la falda, se cierran sobre sí mismas con rostros inexpresivos como caretas. Una niña aparece empequeñecida por su sombrero, en una red de remolinos y vórtices que se entreteje con las figuras humanas y las aprisiona.

Los artistas alemanes de Die Brücke, evolucionando en paralelo con los “fauves” franceses e influidos por ellos y el pintor noruego Edvard Munch, exploraron las posibilidades expresivas del color, la forma y la composición para crear imágenes de la vida contemporánea. Calle de Dresde es una expresión audaz de la intensidad, la cacofonía y el agobio de la ciudad moderna. No en vano escribió Kirchner: “Cuánto más frecuentaba a la gente más sentía mi soledad”.

18/9/06

"Insomio"



Madrid es una ciudad de más de un millón
de cadáveres (según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me
incorporo en este nicho en el que hace
45 años que me pudro,
y paso largas hora oyendo gemir al huracán,
o ladrar los perros,
o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas hora gimiendo como el huracán,
ladrando como un perro enfurecido,
fluyendo como la leche de la ubre calientede una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios,
preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren
lentamente en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,
las tristes azucenas letales de tus noches?

Dámaso Alonso

(la fotografía es de Will McBride y se titula Superpoblación)

17/9/06

Mujeres








Las mujeres de Lichtenstein son infelices.
Sus ojos muestran un constante sufrimiento interno que su apariencia externa se empeña en disimular. Mujeres jóvenes, modernas, hermosas, enamoradas, dubitativas, inseguras, tristes.
No sonríen abiertamente, nunca se relajan, sus vidas de algodón penden de frágiles hilos transparentes. Una simple mirada masculina en el peor momento propicia el derrumbe.

Ellas, sus peinados a la última, sus labios rojos, su tez rosada, no sosiegan. Luchan por ser mejores que sus amigas, por no defraudar a sus parejas, por estar a la altura de su clase social... pero el mínimo contratiempo las hunde: es la gota que colma el vaso de su precaria estabilidad. Son mujeres débiles y sensibles con una máscara de soberbia e indiferencia que sus ojos desmienten. No hay tregua, la máscara exige constante dedicación, el fallo más nimio deviene en torrente de lágrimas.
Las mujeres de Lichtenstein son infelices.

16/9/06

Retratos del papa Inocencio X



Dicen que Francis Bacon nunca quiso ver el retrato original de Velázquez porque sentía que nunca podría aspirar a conseguir algo comparable.

15/9/06

Los libros (II)

Literatura de usar y tirar. Literatura para lavarse las manos.
Libros que sólo tiene sentido leerse una vez y rápidamente. Libros que no dejan huella en nuestras manos, en las comisuras de nuestros labios. Libros que se olvidan bajo las mesa de un bar.

O una mini-biblioteca portátil. Biblioteca de la que vamos extrayendo los libros ordenadamente. Tras el uno, el dos. Cada servilleta, una historia distinta, sorprendente, inesperada.

O nuestro ritmo al deshojar un libro, página a página, volviéndolas con rapidez o parsimonia, según nuestra necesidad o el vigor de la servilleta. Leemos arrancando hojas a los libros, limpiando nuestras miserias o decepciones en la literatura. La literatura como paño que nos purifica.




La literatura tiende puentes.
Cada libro es un puentecillo a otros lares, a otras vidas.
Todo los libros que leemos a lo largo de nuestra existencia, unidos, sumados, recrean un arco-iris multicolor irrepetible, único. Pues no existen dos lectores idénticos. Ese arco-iris nos conduce al mundo de nuestras mil vidas, donde fuimos marinos mercantes, mendigos en harapos, héroes bélicos, silenciosas damas de compañía.

La literatura tiende puentes hacia el conocimiento, hacia otras culturas, hacia épocas desconocidas, hacia el futuro menos previsible. Puentes, puentes superpuestos, cruzados, inabarcables, infinitos.

(El arco del triunfo de los libros, del triunfo sobre la ignorancia, el hastío o la desesperación).

14/9/06

Historia mínima en Cuba

“Es liso. Mide catorce centímetros sin erección, el doble erecto. Pero no sé si porque soy amplia de cavidad, o porque él se mueve sabiamente, nunca me ha dolido ni me ha lastimado. Incluso ni en el palo del pespunte, el que va de la vulva al ano y a la inversa. Es rosado como la piel de un recién nacido, debajo de los tejido brillan miles de venitas rojas, parece un diminuto jardín de Príncipes Negros, que en cubano son las rosas rojas. El pellejo es dócil, cubre y descubre cuando es menester hacerlo, como un mantón belle époque. Al tacto tiene la calidez de la jalea real, ese vigor que cura la más emperrá amigdalitis. El centro es sólido, aprueba de derrumbes, apuntala’o desde siglos inverosímiles a.n.e., semejante a una columna del Partenón. La cabeza es –como un ordenador con el software más avanzado y eficaz- putona y cerebral, porque va justo al punto álgido, al triunfo. (...) ¡Leche, leche de mi corazón! La savia de este hombre es como cuando ordeñan a una Holstein jovenzuela, y el chorro cae en la vasilla igualito al maná celestial. Ése es precisamente el sabor de la esperma de este extraterrestre, un buche estrellado, luminoso, interplanetario, vía satélite. Un ponche repleto de una turba de saludables, deportivos y preñadores espermatozoides”.


Este es un libro sobre una historia mínima, personal, la de Yocandra, una mujer moderna en la Cuba castrista. Es una historia cotidiana, simple, una historia entre miles de las miles posibles es esa isla detenida en el tiempo. Una historia que retrata el día a día bajo el régimen de Fidel, con un tono desenfadado, ingenuo, humorístico, medio resignado a esa “nada cotidiana”.

Los apagones de luz cuando más la necesitas, el intercambio de productos para poder abastecerse, la necesidad de arriesgar la vida para llegar a la orilla estadounidense o de casarse sin amor con un turista extranjero sólo para marcharse de allí... contado todo ello con cierto rencor pero sin rabia, sin apenas reflexión (eso le toca al lector), es lo que vamos a hallar en este texto de la cubana Zoé Valdés, actualmente afincada en Francia.

Es una novela que trabaja sobre la carencia, de alimentos, de ocio, de libertad... y también sobre la hipérbole, como más arriba habéis podido leer. Las escenas de sexo están plagadas de tópicos basados en las fantasías sexuales femeninas, son escenas grotescas, exageradas, hasta risibles. Al fin, es una novelita que se lee rápido, con un estilo fresco y fácil, sin más intención que la de presentar esa cotidianidad cubana que desde aquí se nos escapa.

13/9/06

"El canto del amor", G. de Chirico


“El señor Giorgio de Chirico acaba de comprar un guante de goma rojo”: esto escribió el poeta francés Guillaume Apolllinaire en julio de 1914, tomando nota de la compra porque, añadía, sabía que la aparición del guante en las pintura de de Chirico acrecentaría su extraño poder.

En El canto del amor el guante –que como molde de la mano implica una presencia humana pero es también inhumano, un fragmento siniestramente flácido cuyo color no se parece en nada al de la carne- posee una autoridad inquietante. ¿Por qué está clavado ese accesorio quirúrgico a una tabla o lienzo, junto a una cabeza de yeso copiada de una estatua clásica, reliquia de una noble edad desvanecida? ¿Qué significa la pelota verde? ¿Y qué hace todo ello en el escenario abierto que insinúan el edificio y el tren que pasa?
Los encuentros improbables de objetos disímiles llegarían a ser un tema fuerte del arte moderno (y pronto un objetivo explícito de los surrealistas), pero de Chirico buscaba algo más que sorprender: en obras como ésta, que Apollinaire calificó de “metafísica”, quería evocar un nivel perdurable de la realidad, oculto más allá de las apariencias externas. Quizá por eso nos da una forma geométrica (la pelota esférica), un edificio esquemático en lugar de concreto, e imágenes inertes y parciales del cuerpo humano en vez de un ser vivo y mortal.

11/9/06

Luis Cernuda



SI EL HOMBRE PUDIERA DECIR
Si el hombre pudiera decir lo que ama,
Si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
Como una nube en la luz;
Si como muros que se derrumban,
Para saludar la verdad erguida en medio,
Pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo la verdad de su amor, la verdad de sí mismo, que no se llama gloria, fortuna o ambición,
Sino amor o deseo,
Yo sería aquel que imaginaba;
Aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
Proclama ante los hombres la verdad ignorada,
La verdad de su amor verdadero.


Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
Cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
Alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina,
Por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
Y mi cuerpo y mi espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
Como leños perdido que el mar anega o levanta
Libremente, con la libertad del amor,
La única libertad que me exalta,
La única libertad porque muero.
Tú justificas mi existencia:
Si no te conozco, no he vivido;
Si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

Zapatos



Gracias, Chema.
Mis pequeños pies necesitan un calzado especial para andar por la blogosfera.

10/9/06

"La condena" de Franz Kafka


La narración La condena nos presenta la vida de un burgués de principios de siglo, que lleva una existencia acomodada, que está a punto de casarse y que se encuentra en la situación de tener que contarle el “éxito” de su vida a su amigo, paradigma de todo lo contrario que representa el protagonista.

Georg Bendemann, tras escribir la carta que anunciará su triunfo vital al amigo, se decide a buscar apoyo para su acción en su padre. Éste ya es un viejo viudo, al que el hijo ha suplantado en su papel principal en los negocios, un anciano que ocupa una habitación oscura y aislada de la calle, a la cual el hijo no suele acercarse, pese a que les une un corto pasillo.

Cuando se inicia la conversación entre ambos, el padre se nos presenta como un ser mal cuidado, que se alimenta poco y cuya ropa interior necesita ser cambiada más a menudo. El hijo, sintiéndose culpable del denigrante estado en el su padre vive, decide efectuar una serie de cambios, entre ellos, trasladarlo a su cuarto, mucho más soleado y amplio. El padre parece dejarse llevar por el ímpetu de las decisiones de su hijo, hasta que, una vez acostado en la cama, le pregunta a Georg si “está bien tapado”. A la contestación afirmativa del hijo, el padre experimenta un brutal cambio de actitud, se desprende de la colcha que lo cubría y, subido a la cama, lanza un furibundo a ataque a Georg.

Es así como conocemos el proceso natural de usurpación del papel paterno llevado a cabo por el hijo. Desde la muerte de la madre, tres años atrás, Georg se hace con el principal puesto dentro del próspero negocio, y además, ahora está a punto de contraer matrimonio con su prometida, una “cerda asquerosa”, según el padre, con lo cual también toma el mando en cuanto a la actividad sexual. El padre, pese haberse visto desplazado de su lugar preeminente, no duda en hacerle ver al hijo que aún no está “tapado”, es decir, muerto y enterrado, sino que, más bien, sigue controlándolo todo desde la sombra: “¡No te equivoques! Todavía soy el más fuerte”.

Al mismo tiempo, resulta muy interesante la figura del amigo (¿existe en realidad?, ¿es una invención de los personajes?), contrapunto del propio Georg e hijo que el padre realmente hubiera amado. El de San Petersburgo fue audaz al decidir emprender una nueva e incierta vida lejos de su patria, conoció la revolución rusa en su pleno centro y fracasó en su negocio, quedando relegado a una vida solitaria y austera. Georg y el amigo no dejan de representar dos opciones de existencia, una acoplada a las normas y valores social-burgueses, y otra, totalmente opuesta. Lo sorprendente del caso es que el padre se alía con el amigo y se convierte en su principal defensor.

Ciertamente, cuando el padre, años atrás, conoce al amigo, siente animadversión hacia él, de ahí que Georg se lo oculte. Sin embargo, pronto será de su agrado y conversará largamente con él, llegando a apreciarle. Resulta contradictorio que un exponente de la vida aburguesada como lo es el padre de Georg, prefiera como hijo a la “oveja descarriada” de San Petersburgo que a su hijo, seguidor de la estela del perfecto empresario de clase media-alta. ¿Es posible que el padre, desde su experiencia, vea el proyecto de vida de su hijo como algo inútil y vacío?, ¿quizá la vida aventurera y de final incierto del amigo representa para el padre la mejor opción, la que quería para su hijo y que éste ha desdeñado para amoldarse al patrón paterno?, ¿condena el padre, pues, la incapacidad de su hijo, y en general de toda la clase burguesa, para escapar del molde preprogramado de normas y valores?

En todo caso, La condena transmite la sensación de crisis de la conciencia burguesa paradigmática de toda un generación de intelectuales anterior a la primera Guerra Mundial.

9/9/06

"Decálogo del perfecto cuentista", Horacio Quiroga


I
Cree en un maestro -Poe, Maupassant, Kipling, Chejov- como en Dios mismo.
II
Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.
III
Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia
IV
Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.
V
No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.
VI
Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: "Desde el río soplaba el viento frío", no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o asonantes.
VII
No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.
VIII
Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.
IX
No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino
X
No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento.
FIN
¿Creéis que falta algún punto importante en este decálogo?
¿Cuál es, desde vuestro punto de vista, el punto fundamental?
¿Quién es el CUENTISTA para cada uno de vosotros?

8/9/06

La carne se hizo verbo


Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se menean,
se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan, se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehúyen, se evaden y se entregan.

OLIVERIO GIRONDO

6/9/06

"La madre y la hermana del artista", 1893, Édouard Vuillard


En esta pintura, la madre y la hermana de Vuillard aparecen retratadas en su casa.

Su madre, una viuda que había sacado adelante a la familia dirigiendo un negocio propio tiene una presencia poderosa. Su postura es sólida y estable, su traje es la mayor forma ininterrumpida del cuadro, y su cara y sus manos se destacan sobre tonos castaños y negros y contra el extraordinario trapezoide de motas de color que describe el empapelado de la habitación.

Su hija, en cambio, casi se desintegra en esa superficie, como si las motas se hubieran organizado temporalmente en el dibujo a cuadros de su vestido. Incómodamente pegada a la pared, inclina la cabeza y los hombros como saludando a una visita, pero también, al parecer, obligada a encorvarse para no salirse del cuadro.

Esta escena de escala íntima tiene una espontaneidad engañosa.

Vuillard, basándose en la intuición imaginativa tanto como en la observación directa que propugnaban los impresionistas, construye un espacio psicológicamente sugerente: la mesa, la voluminosa cómoda, el hiperactivo papel de pared y la empinada perspectiva del suelo forman un angosto receptáculo para las figuras, y a la claustrofobia contribuyen la ligera inclinación de los ángulos, el descentramiento de la composición y la inestable postura de la hija.

Es como si el espacio entero pudiera venirse abajo sobre la señora Vuillard, fuerza dominante y hasta opresiva en la habitación (y, sospechamos, en la familia), pero también principio gravitacional que impide el desplome.

5/9/06

Ja, jajajaja, ja

En vista del éxito de mi anterior post (inesperado, por otra parte) me he visto reflexionando y escribiendo este comentario para todos los que habéis tenido la atención de dejarme unas líneas. Y para los que deseen leerlo, claro. Allá va.

Alicia, sí, sí, he hecho la prueba del poema dadá, debe estar guardada entre los apuntes de bachillerato. Lo que sale, como podéis imaginaros todos, es una locura, pero eso precisamente quería Tzara.

Este señor nos propone un juego, y atreverse a jugar no nos hará grandes poetas, pero nos enseñará a reírnos de éstos. Las vanguardias pretendían dinamitar toda la cultura anterior a ella para empezar de cero, querían burlarse del arte establecido, del arte burgués anquilosado.

Evidentemente, Tzara no pretende que con este método nos convirtamos de la noche a la mañana en Ángel González, sino que aprendamos a no entronizar el arte, a perderle el respeto, a tomarlo como un divertimento y a, sobretodo, reírnos, reírnos.

Como bien apunta Joselito, las vanguardias nos legan la idea de que cualquier cosa puede ser arte, pero también nos dan la clave para no creérnoslo demasiado. Nos dotan de un espíritu histriónico, nos dan la ironía, la risotada, que rebaja el arte más sublime al nivel del puro juego.

Y, sobre todo, nos dan la libertad y la democracia. Desde el momento en que es posible hacer un poema sobre recortes de periódicos, los poetas dejan de pertenecer al Olimpo y se convierten en seres comunes.



A mí, la propuesta de Tzara, me parece paralela a la que nos propone Malevitch con su cuadrado negro sobre cuadrado blanco. Es una puerta abierta a cualquier cosa. ¡Viva la libertad! ¡Fuera los límites, los impedimentos académicos, las barreras del clasicismo! ¡Todos podemos crear, ser artistas, el arte es nuestro!

Claro, todos sabemos que esto es falso, a mí me gustaría pintar como Kandinski, y no sé, ni puedo hacerlo, pero los vanguardistas son los únicos que nos invitan a una fiesta fantástica donde imaginar que todo es posible en el arte, que hay que transgredir las normas a cada instante, y reír, reír muchísimo. Y, por eso, entre otras cosas, son maravillosas las vanguardias...

No sé si he desbarrado mucho porque el tema en cuestión me emociona demasiado y no me puedo controlar como debiera, pero más o menos he aclarado el significado de ese texto de Tzara que os había dejado desamparado de comentario.

En fin, voy a mirarme los pies mientras espero que vuelvan las vanguardias...

4/9/06

Poéticas vanguardistas




Para hacer un poema dadaísta
Tristan TZARA

Coja un periódico.
Coja unas tijeras.
Escoja en el periódico un artículo de la longitud que cuenta darle a su poema.
Recorte el artículo.
Recorte en seguida con cuidado cada una de las palabras que forman el artículo y métalas en una bolsa.
Agítela suavemente.
Ahora saque cada recorte uno tras otro.
Copie concienzudamente en el orden en que hayan salido de la bolsa.
El poema se parecerá a usted.
Y es usted un escritor infinitamente original y de una sensibilidad hechizante, aunque incomprendida del vulgo.

3/9/06

Los libros

Las fotografías de Chema Madoz dedicadas a los libros me incitan a reflexionar sobre ellos, a distanciarme de unos objetos que, por estar siempre tan unidos a mí, nunca puedo pensar con detenimiento y frialdad. El blanco y el negro colaboran en esta misión.


Un libro dentro de otro.

Intertextualidad. Los autores se nutren de otras obras para crear las suyas, en una especie de retroalimentación que influye en la obra original. Los lectores, durante el proceso de lectura, encontramos elementos que nos remiten a otros libros, rememoramos otras obras afínes, enlazamos unos libros con otros mentalmente.

¿Cuántas novelas llevan en su fuero interno otras novelas? El mismo "Quijote", tan criticado por ello, emplea esta técnica mediante la inserción de otras historias en plan muñeca rusa.

Y, ¿Cuántos libros esconden dentro de sí el gran libro que debieran haber sido, pero que su autor no supo o no pudo ofrecer a la historia de la literatura?


Un espejo entre las páginas de un libro.

El lector. Nos vemos reflejados en los libros, nos identificamos con los personajes y las tramas, tratamos de trasladar nuestros sentimientos y experiencias a los retratados en un libro. Nos ponemos "en el lugar de". Nos comprendemos y aceptamos (o nos condenamos y detestamos) a través de los libros.

El espejo, el libro, para llevar a cabo su función, para "ser", necesitan al ser humano al otro lado. El libro busca verse reflejado en una mente inteligente, activa, viva. Nuestra presencia crea al libro.

Estas fotografías son pura poesía, metáforas perfectas. Creo que no se puede decir tanto con el silencio de una sencilla imagen.

2/9/06

"Madona", 1895-1902, Edvard Munch


Seductora e incitante, inquietante y amenazadora, la Madona de Munch es sobre todo misteriosa.
Existen cinco versiones de este erótico desnudo que parece flotar en un espacio de ensueño, entre sinuosos trazos de negro intenso que casi lo envuelven.
Una de las versiones fue recuperada anteayer tras varios meses de desaparición junto al famoso “El grito”. Esta versión que comentamos reposa, hoy por hoy, en el MOMA de Nueva York.

Una extraña figurilla, una especie de feto o recién nacido, ocupa el ángulo inferior izquierdo, con brazos de esqueleto cruzados y ojos empavorecidos.
Formas semejantes a espermatozoos pueblan la orla del grabado. Son los símbolos de la lujuria y la fertilidad de la oscura hembra.
Poco hay en esta Madona que parezca consonante con su sagrado título, como no sea la estrecha banda de oro oscuro que tiene sobre la cabeza.


¿No es la Madona la imagen sacra de esa femme fatal que tanto pavor causaba entre los artistas del fin de siécle? ¿Y no es el propio hombre aterrado esa calaverita de desproporcionados ojos?
La mujer sensual, atrayente, pero peligrosa, ofensiva, es esa figura incitante de cabeza ladeada a causa de un maligno placer.
El macho, empequeñecido hasta el extremo, es una lastimosa criatura, indefensa y asustada frente al pernicioso erotismo que desprende la Madona.

1/9/06

Expansión y concentración en Borges


Dos son los cuentos que enmarcan significativamente la recopilación de relatos que da forma a “El Aleph” de Jorge Luis Borges. Y dos son las figuras epistemológicas que uno y otro relato nos presentan para dar coherencia a todo el volumen: el laberinto y el Aleph. Dos modos de entender el espacio para el autor argentino.

El relato de apertura, “El inmortal”, parte del tópico encuentro de un manuscrito y acaba forzando la verosimilitud de la historia a base de abrumar con datos exactos al lector, desconcertado en relación a la autenticidad o no del relato (como es habitual, por otra parte, en Borges).

En “El inmortal” se nos muestra la cara más fatídica y deplorable de aquello por lo que tanto ha luchado y lucha el hombre: la inmortalidad. El hastío de la repetición infinita hunde en la miseria vital a un ser tan imaginativo y genial como Homero. El protagonista reconocerá que la belleza y el patetismo de los seres humanos reposa en su condición mortal.

Pero si hay un elemento destacable y simbólico en el relato es la figura del laberinto, ese edificio construido para despistar al hombre, sin más objetivo que demorar el objetivo. Es un espacio peculiar, porque se conforma en expansión y tiende a ser infinito, inacabable.

El relato de cierre, “El Aleph”, por el contrario, nos presenta un extraordinario hallazgo espacial, el de un punto exacto en todo la Tierra donde es posible la máxima concentración del mundo. Este punto (Aleph significa “punto” en árabe) suspendido en el espacio contiene toda la sabiduría de la mirada de Dios.

El libro de Borges se asienta, pues, entre dos modos de entender el espacio. La máxima extensión donde el hombre se pierde, la mínima concentración donde es posible encontrar hasta la sabandija más oculta de la tierra.

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