
"Como dije ya, los personajes no nacen como los seres humanos del cuerpo de su madre, sino de una situación, una frase, una metáfora en la que está depositada como dentro de un nuez, una posibilidad humana fundamental que el autor cree que nadie ha descubierto aún o sobre la que nadie ha dicho aún nada especial.
¿Acaso no es cierto que el
autor no puede hablar más que de sí mismo?
Mirar con impotencia el patio y no saber qué hacer; oír el terco sonido de las propias tripas en el momento de la emoción amorosa; traicionar y no ser capaz de detenerse en el hermoso camino de la traición; levantar el puño entre el gentío de la Gran Marcha; hacer exhibición de ingenio ante los micrófonos secretos de la policía; todas esas situaciones las he vivido yo mismo, sin embargo de ninguna de ellas surgió un personaje como el que soy yo, con mi curriculum vitae. Los personajes de mi novela son mis propias posibilidades que no se realizaron. Por eso les quiero por igual a todos y todos me producen el mismo pánico: cada uno de ellos ha atravesado una frontera por cuyas proximidades no hice más que pasar. Es precisamente esa frontera (la frontera tras la cual termina mi yo), la que me atrae. Es más allá de ella donde empieza el secreto por el que se interroga la novela. Una novela no es una confesión del autor, sino una confesión sobre lo que es la vida humana dentro de la trampa en que se ha convertido el mundo. Pero basta. Volvamos a Tomás."
La insoportable levedad del ser
Milan Kundera
Este fragmento de la novela del checo Kundera sintetiza el especial modo de entender la creación literaria por parte de este autor. Incluidas dentro de la trama, las palabras en primera persona del escritor rompen con la atmósfera de ficción que hasta entonces embelesaba al lector y apelan a una realidad concreta, la del propio autor frente a su obra y su manera de entender el arte de la literatura. Confiesa, por un lado, la base autóbiográfica de las historias de Tomás, Teresa, Sabina y Franz, pero advierte, por otro, todo lo que tienen de imaginado y nunca vivido por él. Sus personajes representan cada uno de sus "yo" irrealizados, todas las vidas que pudo escoger Kundera y deshechó, pero vidas que anidan, al menos en potencia, dentro de él.
Además de una recreación del ambiente de la Praga comunista, además de toda la carga filósofica y teórica de la novela (ésta siempre asumible por un lector medio, si hemos de decir la verdad, cumpliendo así una de las grandes virtudes atribuibles a este texto), además de todo lo dicho y su estilo impecable, conciso pero expresivo, y de una escritura que juega con la repetición de motivos cuyo significado va ensanchándose a medida que nos adentramos en la trama-puzzle, además de todo ello, digo, están las historias, las VIDAS de los cuatro personajes, y de los dos más protagonistas, Tomás y Teresa.
La arquitectura interior de estos dos seres tan distintos y, tal vez por ello, tan complementarios, sus sufrimientos más íntimos, sus obsesiones, sus principios, los detalles que dan forma a todo ser humano, esencialmente contradictorio y expuesto al dolor y a la duda, están tan soberbiamente dibujados que cuesta creer su no-existencia real. Las líneas más arriba transcritas sirvan, tal vez, para entender la espléndida construcción de estos personajes, pues el autor los concibió como otras tantas realizaciones de su yo, los supo dotar de tal "verdad" como la que el propio Milan Kundera atesora. Son más personas que personajes porque son los "Milan Kundera" que pudieron ser y el checo decidió anular y aprovechar como material literario. Pero, ¿no será acaso esta la misma estrategia que usan tantos y tantos escritores para dar vida a sus seres en la ficción?
(Ilustración: Klein)